El ex mandatario obtuvo el 50,90% de los votos y vuelve al poder tras la segunda vuelta más reñida de la historia del país.
Lula da Silva volverá a presidir Brasil. El líder progresista se convertirá en el próximo presidente del país tras haber ganado por la mínima la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El candidato izquierdista del Partido de los Trabajadores (PT) logró el 50,90% de los votos frente al 49,10% del candidato ultraderechista y actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que horas después de finalizado el escrutinio guardaba aún silencio sin reconocer aún su derrota.
No obstante, los resultados electorales muestran un panorama muy fragmentado: con el 99,98% escrutado, 60.335.803 votos fueron para Lula frente a los 58.200.414 votos que recabó Bolsonaro, lo que supone tan solo 2,1 millones de votos de diferencia para un país en el que 156 millones de ciudadanos estaban llamados a participar.
Al igual que ocurrió en la primera vuelta, Bolsonaro lideró en la primera parte del conteo y solo fue superado por su rival con poco más del 67% del escrutinio, cuando comenzaron a ser contabilizados los votos de las pequeñas ciudades y de las regiones periféricas. El pasado 2 de octubre fue Lula quien logró más respaldo, aunque no el suficiente como para alcanzar la victoria directa, por lo que ha tenido que medirse de nuevo este domingo.
Los resultados de este 30 de octubre cierran así una tensa campaña de violencia política y polarización para un país que sale muy dividido y con un presidente que tendrá 77 años cuando asuma el cargo.
Para Lula da Silva, esta será su tercera etapa en el poder tras sus dos mandatos de 2003-2010. Por su parte, Bolsonaro se ha convertido en el primer presidente brasileño en no lograr la reelección.
«Voy a gobernar para todos»
En su primer discurso tras ganar las elecciones, Lula se comprometió a «restablecer la paz» y gobernar para «todos». «Estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero con la ayuda del pueblo vamos a encontrar una salida para que el país vuelva vivir democráticamente», afirmó el líder del Partido de los Trabajadores (PT) desde un hotel de la ciudad de Sao Paulo.
«A partir de enero de 2023, voy a gobernar» para 213 millones de brasileños; «no existen dos Brasiles, somos un único país, un único pueblo, una gran nación», señaló el dirigente progresista, en compañía de sus principales aliados y su esposa, la socióloga Rosângela Silva.
Lula, vestido con una camisa vaquera, manifestó, en un discurso leído, que «es la hora de reunir a las familias y rehacer los lazos de amistad rotos por la propagación criminal del odio». «A nadie le interesa vivir en un estado permanente de guerra. Este pueblo está cansado de ver al otro como enemigo. Es hora de bajar las armas. Armas matan y nosotros escogemos la vida», manifestó.
En sus primeras palabras, también prometió «fortalecer» la lucha contra la violencia machista y «hacer frente sin tregua el racismo y la discriminación» para que «blancos, negros e indígenas tengan los mismos derechos».
«El desafío es inmenso, es necesario reconstruir este país en todas sus dimensiones. Necesitamos reconstruir el alma de este país, el respeto a las diferencias y el amor al prójimo», afirmó en un discurso que buscó tender la mano a todos en un país extremadamente polarizado.
Lula, que gobernó el país entre 2003 y 2010 y a partir del próximo enero asumirá un nuevo mandato, tendrá como vicepresidente a un antiguo adversario, el exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, un liberal de perfil conservador.
Victoria reconocida y silencio de Bolsonaro
La victoria de Lula fue proclamada oficialmente por el titular del Tribunal Superior Electoral (TSE), Alexandre de Moraes, que lo consideró «presidente electo». También recibió un fuerte reconocimiento institucional, por parte de los titulares de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, y del Senado, Rodrigo Pacheco, y de los magistrados de la Corte Suprema.
Otras importantes figuras del bolsonarismo también reconocieron la victoria de Lula, incluyendo la senadora Damares Alves y el pastor evangélico Silas Malafaia, que forman parte de su núcleo de colaboradores más estrechos.
Sin embargo, tanto el jefe del Estado como sus hijos, permanecieron en silencio, sin llamar a Lula ni reconocer la derrota en público. Las luces del palacio de la Alvorada, donde siguió el recuento el actual mandatario, ya estaban apagadas dos horas después de la proclamación del resultado.
Desde el extranjero, Lula recibió la rápida felicitación de, entre otros muchos, el presidente de EE UU, Joe Biden; el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez el presidente de Francia, Emmanuel Macron; a Unión Europea y la gran mayoría de los líderes latinoamericanos.